Uno de mis
cánticos futboleros favoritos dice así:
"Pasan los años, pasan los jugadores,
la
directiva mañana ya no está,
nos queda
el Club, queda la camiseta,
A excepción
de la última frase que considero absolutamente demagógica, creo que es una
letra acertadísima. Hablo de demagogia porque me parece un atrevimiento y un
exceso de romanticismo pretender que los jugadores (al igual que el resto de
mortales) no sean unos mercenarios.
Pero una
cosa es ser un mercenario y otra bien distinta es ser alguien que no tiene
respeto hacia la entidad para la que trabaja ni, por extensión, hacia quien ama
esa entidad por encima casi de cualquier cosa.
Por
desgracia, la plantilla del Valencia C.F. está, a día de hoy, integrada en su
mayoría por jugadores que se caracterizan por lo segundo. Y también por
desgracia, no sólo está integrada a día de hoy sino que lleva estándolo hace ya
demasiadas temporadas.
Por
supuesto, no incluyo en este saco a determinados jugadores que han pasado por
la plantilla y que no merecen tal consideración. Entre ellos se puede destacar
a David Albelda o Juan Mata.
Recientemente
hemos asistido a la destitución como entrenador del equipo de Miroslav Djukic,
parte integrante, entre otras, de la plantilla que el 5 de mayo de 2002
consiguió el título de Liga para el Valencia C.F en Málaga. De nada le han
valido los méritos y respetos cosechados como jugador del Club para llevar a
buen fin a este equipo.
Motivos
para dicho desenlace habrán muchos, no me cabe duda, de los cuales seré
desconocedor de la inmensa mayoría. Pero lo que tampoco dudo es que en gran
parte Djukic ha sido víctima del vestuario, como ya lo fueron otros, lo
seguirán siendo y como somos víctimas los aficionados.
Un
vestuario repleto de jugadores que no alcanzan, en su mayoría, el mínimo
exigible de profesionalidad, honradez, espíritu de sacrificio y ambición que se
les requiere. Un vestuario que va cobrándose víctimas y que no tengo duda que
se seguirá cobrando en un futuro mientras que no se consiga una renovación
plena del mismo.
Mientras
tanto, y aunque afortunadamente se percibe que la situación revierte
ligeramente, los principales culpables siguen contando con el beneplácito y la
protección de la mayoría de la afición y de gran parte de los medios de
comunicación.
Y es que se
me cae la cara de vergüenza al contemplar, como he tenido que contemplar esta
temporada, que tras hacer el ridículo en el césped, al salir de Mestalla para
subirse a los respectivos coches, los jugadores son aclamados por algunos
seguidores que además, no contentos con los vítores, les solicitan fotos y
autógrafos.
¿Sabéis
cuál es el valor de esas fotos y autógrafos? Totalmente nulo.
Mientras no
consigamos inculcar plenamente esta consideración y mentalidad no conseguiremos
el respeto al escudo ni indirectamente el respeto hacia nosotros los
aficionados.
A pesar de
todo y por fortuna, nos sigue quedando lo verdaderamente importante y que
apuntaba en el cántico con el que iniciaba este artículo:
-
EL CLUB (sea quien sea el
propietario)
-
LA CAMISETA (sea de Joma, de Adidas
o de cualquier otra marca)
Y sobre
todo, lo más importante y que es la pieza que falta por añadir al cántico: EL
ESCUDO. Aquel que todos debemos respetar y hacer que se respete por parte de
los demás.
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