viernes, 20 de diciembre de 2013

Nos queda el Club, queda la camiseta…


Uno de mis cánticos futboleros favoritos dice así:
"Pasan los años, pasan los jugadores,
la directiva mañana ya no está,
nos queda el Club, queda la camiseta,
los mercenarios se tienen que acabar”

A excepción de la última frase que considero absolutamente demagógica, creo que es una letra acertadísima. Hablo de demagogia porque me parece un atrevimiento y un exceso de romanticismo pretender que los jugadores (al igual que el resto de mortales) no sean unos mercenarios.
Pero una cosa es ser un mercenario y otra bien distinta es ser alguien que no tiene respeto hacia la entidad para la que trabaja ni, por extensión, hacia quien ama esa entidad por encima casi de cualquier cosa.

Por desgracia, la plantilla del Valencia C.F. está, a día de hoy, integrada en su mayoría por jugadores que se caracterizan por lo segundo. Y también por desgracia, no sólo está integrada a día de hoy sino que lleva estándolo hace ya demasiadas temporadas.
Por supuesto, no incluyo en este saco a determinados jugadores que han pasado por la plantilla y que no merecen tal consideración. Entre ellos se puede destacar a David Albelda o Juan Mata.

Recientemente hemos asistido a la destitución como entrenador del equipo de Miroslav Djukic, parte integrante, entre otras, de la plantilla que el 5 de mayo de 2002 consiguió el título de Liga para el Valencia C.F en Málaga. De nada le han valido los méritos y respetos cosechados como jugador del Club para llevar a buen fin a este equipo.
Motivos para dicho desenlace habrán muchos, no me cabe duda, de los cuales seré desconocedor de la inmensa mayoría. Pero lo que tampoco dudo es que en gran parte Djukic ha sido víctima del vestuario, como ya lo fueron otros, lo seguirán siendo y como somos víctimas los aficionados.

Un vestuario repleto de jugadores que no alcanzan, en su mayoría, el mínimo exigible de profesionalidad, honradez, espíritu de sacrificio y ambición que se les requiere. Un vestuario que va cobrándose víctimas y que no tengo duda que se seguirá cobrando en un futuro mientras que no se consiga una renovación plena del mismo.
Mientras tanto, y aunque afortunadamente se percibe que la situación revierte ligeramente, los principales culpables siguen contando con el beneplácito y la protección de la mayoría de la afición y de gran parte de los medios de comunicación.

Y es que se me cae la cara de vergüenza al contemplar, como he tenido que contemplar esta temporada, que tras hacer el ridículo en el césped, al salir de Mestalla para subirse a los respectivos coches, los jugadores son aclamados por algunos seguidores que además, no contentos con los vítores, les solicitan fotos y autógrafos.
¿Sabéis cuál es el valor de esas fotos y autógrafos? Totalmente nulo.

Mientras no consigamos inculcar plenamente esta consideración y mentalidad no conseguiremos el respeto al escudo ni indirectamente el respeto hacia nosotros los aficionados.
A pesar de todo y por fortuna, nos sigue quedando lo verdaderamente importante y que apuntaba en el cántico con el que iniciaba este artículo:

-          EL CLUB (sea quien sea el propietario)

-          LA CAMISETA (sea de Joma, de Adidas o de cualquier otra marca)
Y sobre todo, lo más importante y que es la pieza que falta por añadir al cántico: EL ESCUDO. Aquel que todos debemos respetar y hacer que se respete por parte de los demás.



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