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Llegó la semana. Y como cualquier crío la víspera de reyes
me va a costar dormir. La verdad es que éste insoportable calor no ayuda, pero
la conclusión es la misma, estamos en la semana de Vaquillas. Bienvenidos.
He intentado enseñar esta bendita fiesta a mis conocidos
foráneos. Entre amigos de Universidad y Deloitte me salen más de 60 amigos
distintos que han visitado mi ciudad en estas entrañables fechas; mis premisas para
ellos son las siguientes; “ésta es mi ciudad, ésta es mi familia, éstos son mis
amigos de toda la vida, ésta es mi fiesta… pasen y vean.”
Y no comprendo mi Vaquilla sin ninguna de las premisas;
La Vaquilla es mi ciudad, pasar la tarde tomando anís en
la plaza del Seminario, el estallido
de la plaza al poner el pañuelo en el Torico,
la bajada con la charanga por la calle “de F5G” bajo la torre del Salvador, ese primer remojón en el paseo del Óvalo, la ruta de remojones con la cuadrilla por el Ensanche, el comer sentado en la plaza San Juan, el domingo en la plaza de Toros, esas cañas absurdas en
la plaza del Museo… Y así podría
escribir una novela entera. Momentos, la Vaquilla es un cúmulo de momentos.
La Vaquilla es mi familia, mi madre planchando la ropa y
diciéndome que me la pruebe por si no me vale (cada año me debes de ver más
gordo, madre), mi padre recogiendo los escudos, mi abuela o mi tía cosiéndolos, el vermú
del viernes con mis padres y mis tíos (Perales, mis primos pequeños te añorarán),
el caldo de mamá que resucita a un muerto, la tarde del viernes con mi hermana
en el Ajo o despertándola adrede a las 10 de la mañana para preguntarle si come
en casa, mi prima en la charanga y esos encuentros insospechados en cualquier
punto de la ciudad con el resto de la familia… Y así podría escribir una novela
entera. Momentos, la Vaquilla es un cúmulo de momentos.
La Vaquilla es mi cuadrilla, esa jodida cuadrilla que no
es capaz de reunirse más que en 4 fechas puntuales al año (entono el mea culpa)
pero que el viernes a las 13h de la tarde se paraliza y se pega junta 4 días de
auténtico duende. Cuatro días dónde verás a Rufo respirar profundo y venir a
comer al bar Teruel, a Ángel de marinero o haciendo perros con globos, a Chupi
soltar alguna colleja, lanzarte al suelo o comprarte una tarta, a Nachete dudar
entre el mosto y la caña, a Jorge aparecer de sorpresa el lunes con más fuerza
que un toro, a Aragonés ganando un campeonato del Despadre, a Pedro con Rocío
en todos los sitios (iré a la Botera y allí os encontraré), a Junior diciendo;
“no me jodas, que ese JB con naranja no
me lo pienso beber”, a Ester serena a las 6:30 en Faltabán preguntándome: “José,
¿qué haces?”, a Diego invitándote a un Calimocho en el Ajo… Y así podría
escribir una novela entera. Momentos, la Vaquilla es un cúmulo de momentos.
La Vaquilla es mi fiesta, esa fiesta de calle, dónde te
haces amigo del foráneo más macarra (Decir con una sonrisa: “Cómo vuelvas a
romper la rama de un árbol de mi ciudad, te la parto en las costillas”) o de la
más pija (“Haz el favor de mancharte un poco, que pareces salida de Conde
Altea”). Esa fiesta que cuando suena por primera vez la charanga, te pone los
pelos de punta, esa fiesta que encuentra el punto en el surrealismo, en una
esquina está actuando Camela y en la siguiente Paco Pil, esa fiesta de barra,
esa fiesta de día, de viejos y niños…
Esta Vaquilla, me apetece especialmente, intuyo que va a ser
un punto de inflexión, la primera de muchas…
Al principio he dicho que he invitado a un total de 60 personas distintas a mis fiestas, y se explica muy sencillo: “Estoy orgulloso de mi ciudad, de mi familia, de mi cuadrilla y de mi fiesta”
Viva la Vaquilla
COJONES!
Pd. Nunca suelo escribir artículos tan personalistas, pero
la ocasión lo merece. Invito al lector ajeno a este entorno tan cercano que
venga y que disfrute de todos los momentos que la fiesta le va a deparar.