¿Qué tal, caris?
¿Olvidadas? ¿Desamparadas en este blog? ¡Eso lo vamos a
solucionar! Ha llegado vuestro espacio personal, ése que tanto os
gusta leer y consultar para el óptimo funcionamiento de vuestra vida
cotidiana. Porque, para qué negarlo, nuestras vidas están llenas de
incertidumbres y quebraderos de cabeza continuos. Lo mejor para
entenderlo es tenernos cerca las unas a las otras, y para eso voy a
compartir mis conocimientos con vosotras en este sitio hasta hoy
ocupado solamente por el género masculino.
Para empezar, he estado, vulgarmente hablando, "dejándome los cuernos" para elegir el primer tema a tratar con vosotras, como inauguración de de una serie de notas que os haré llegar periódicamente y en la medida que mi ajetreada vida me permita dedicar.
Decía que, tras mucho
divagar, he concluido hablar de una cuestión que nos preocupa a
todas hasta límites insospechados y que, chicas, digámoslo, nos ha
hecho derramar más de una lagrimilla: ¿cómo elegir los vaqueros que
mejor nos sientan?
Amigas, a todas nos
encanta esta prenda; pero dar con aquél que nos satisfaga plenamente
es sumamente difícil. El mercado nos ofrece una amplia gama de este
producto, ya sea en formas, colores, estilos.... Un cúmulo de
impedimentos que merman nuestro bienestar.
Espero que esta guía os
ayude a solventar los obstáculos que el mundo nos obliga a hacer
frente...
Comenzamos. Mari, si te
has pasado de dulces estas navidades y has ensanchado tus volúmenes
en sentido apaisado, ni se te pase por la cabeza comprarte unos
vaqueros de color claro. Lo único que conseguirás con eso será
parecer un león marino. Sin comentarios acerca de unos vaqueros
blancos. No. En serio, no.
Si en cambio te obesiona
tu figura, controlas tu peso, y solamente comes piña en su jugo
desde hace meses, te comprarás unos vaqueros lo más oscuros posible
y pitillo, claro está. Te veras estupenda y superdelgada, sílfide,
nívea... pero realmente estás adquiriendo la apariencia de una
yonqui asquerosa. Otra vez. No.
Los vaqueros desgastados
son lo más "in". Están rotos, descoloridos, en la tienda
se salen, pero ese agujerito tan llamativo, al segundo lavado es un
boquete enorme y, todo sea dicho, muy estético, muy estético... no
es. Más aún si el resto del pantalon está tan hecho polvo y
blanquecino como si te hubieras sentado sobre una barra de pan de
pueblo.
Para mis chicas más
valientes tenemos los vaqueros con decoración. ¡Qué maravillosas
tachuelas, qué luminosidad la que desprenden esos brillantitos
adheridos al culo o en los bolsillos delanteros...! Si ya descienden
hacia el muslo en un sugestivo degradado multicolor y le añadimos
unos pequeños detalles cosidos a mano, me derrito. Los bordados, a
ser posible, que incorporen flores de colores, mariposas o letras
chinas. Sólo de pensarlo, salivo copiosamente.
Vaqueros acampanados.
Ideales para llevar con botas camperas. Si en la disco nos ponen
Coyote Dax, nos haremos las amas.
Vaqueros de toda la vida.
Ésos que costaron tanto de encontrar, que llevan tantos años con
nosotras que hasta nos los dejamos puestos para dormir. Porque nos
hacen un culo tan guay.... Y a ellos les encantan!! Además, la
erosión de la entrepierna no se ve si me siento con las piernas
cruzadas; y los bajos los he sujetado por dentro con un imperdible
porque antes molaba mucho pisarse los vaqueros al andar. En cambio,
eso ahora es de pobres. ¿¿¿Pero renunciar a mis vaqueros de
ligar??? ¡Ni hablar! ¡¡Vaya retaguardia!!
Punto y aparte son los
monos vaqueros. Tuvieron su apogeo. Nos movíamos en la era de los 16
bits. Nos daban un envidiable aire casual y en el bolsillo del peto
podías guardar de todo. Los tirantes regulables... Las más modernas
hasta nos dejábamos un tirante sin abrochar, en un descuidado gesto
que volvía cabezas por la calle. Si el mono era estrechito y
ajustado, ideal para ir a la discoteca. Al repartir tus enseres en
los miles de bolsillos, te ahorrabas la pasta del guardarropía. Si,
en cambio, era más bien holgado, se adquiría una imagen más
malota, como de rapera, y así te hacías respetar. En eso no me
puedo detenr más tiempo, porque esta variedad de la prenda que
tratamos ocuparía páginas y páginas de reflexiones. Pero la
echamos en falta y desde aquí hago un llamamiento para reivindicar su
regreso.
Por cierto, ¿qué pasó
con las tiendas que solamente vendían pantalones vaqueros? Si hacéis
memoria (cuesta, nenis, pero intentadlo) os acordaréis de aquellos
locales, en líneas generales decorados con madera, con estanterias
altísimas atestadas de estas telas tan preciadas, con escaleritas a
las que encaramarse hasta alcanzar el objeto deseado.
Normalmente se conocían
con nombres en inglés, misteriosos e insinuantes. Como por ejemplo
Factory, Authentic, Stylewest, etc. Las bienaventuradas que por
elección divina allí conseguían trabajar nos agasajaban con miles
de modelos distintos a cada una de nuestras visitas. Nos observaban
con sus ávidos ojos y nos decían: "Éstos te van a sentar
geniaaal". Aaaahhhhhh. Benditas palabras. Y el añadido
indispensable: "Yo los tengo iguales". Maldita seas, cómo
lo haces???!!!! Me los llevo puestos. ¿Tienes unas tijeritas para
cortar las etiquetas, por favor?
Sí.... Eran paraísos
textiles. Queriamos vivir en ellos. El olor a madera, la buena
atención, música sureña, adornos de vacas y sombreros de paja. El
más profundo Mississippi.
Ahora hemos cambiado esto
por tiendas más corrientes. Donde nos venden vaqueros, bufandas,
zapatillas de deporte y tres braguitas por ocho euros de una sola
tacada. Vale. Aquí me cuestan treinta euros y en Mississippi
setenta... pero ese gozo no se paga con dinero. Hacerte amiga de la
dependienta tampoco y que encima la bolsa fuera tan bonita... ¿qué?
Amores, os dejo con estas
líneas. Espero que sigáis mis consejos y no desesperéis, Lulú
quiere lo mejor para vosotras y volveré pronto
Besitos
Lulú Valière
Me regocijo de alegría al sentir una presencia femenina en este blog! Enhorabuena y que la literatura te acompañe!
ResponderEliminar