Hace justo una semana nos despertábamos con la noticia de que la banda mallorquina Antònia Font anunciaba su disolución. Formado en 1997 y liderado por Joan Miquel Oliver (guitarra), el grupo ha publicado a lo largo de su trayectoria ocho discos más un directo, todos ellos plagados de textos inteligentes en los que la confusa mente de Oliver plasma su particular universo de robots, estrellas, cohetes y astronautas, encajándolo con facilidad en una atmósfera mediterránea, calurosa, relajada.
Tomando su nombre de una misteriosa compañera
de universidad, Antònia Font forma parte de la aristocracia del pop en catalán
desde su explosión con los discos Alegria
(Virgin Records, 2002) y Taxi
(DiscMedi / Blau, 2004), discos veraniegos y surrealistas con letras míticas (Comandant Armando Rampas, no te follis ses
hostesses una darrere s’altra). Con Bastiscafo
Katiuscas (DiscMedi / Blau, 2006) se consolidaron, ofreciéndonos himnos como
Wa yeah!
La madurez compositiva la alcanzan con el excelente Lamparetes (DiscMedi / Blau, 2011), una de las cimas musicales de dicho año en España, con el trío formado por Clint Eastwood, Icebergs i gèisers y la enorme Calgary 88, donde cuenta la historia de una pareja de patinadores artísticos con una motivación especial por ganar una medalla de oro.
La madurez compositiva la alcanzan con el excelente Lamparetes (DiscMedi / Blau, 2011), una de las cimas musicales de dicho año en España, con el trío formado por Clint Eastwood, Icebergs i gèisers y la enorme Calgary 88, donde cuenta la historia de una pareja de patinadores artísticos con una motivación especial por ganar una medalla de oro.
Pero lo cierto es que un minuto
de canción en manos de Antònia Font es mejor que la maldita discografía entera
del 90% de las bandas actuales. Y Antònia te manejan, están por encima de la
situación. Te abruman. En Vosté és aquí alcanzan un nivel compositor y poético
deslumbrante (a sa platja, situades,
ballarines de ballet; en postures variades, col·locades diferent), que a la
postre se ha revelado como el más digno epitafio a una carrera en constante
progresión.
De ese modo, en lo más alto, el
conjunto mallorquín se despide. Como dicen en su comunicado oficial,
“satisfechos con el trabajo realizado y conscientes de su legado”. Nos queda
recuperar sus discos, escuchar una y otra vez la dulce lengua mallorquina,
disfrutar de sus pasajes fantásticos y con sabor a sal, adentrarnos en esas
letras a veces sencillas, a veces reflexivas. El próximo 27 de diciembre, el
Teatre Principal de Palma albergará la última puesta en escena de una banda que
desde este momento es parte indispensable de nuestra memoria musical.
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