jueves, 25 de septiembre de 2014

Risto, Sabina y las mujeres


"Y mi alma de tahúr, lo puso al doble o nada"


Como todos los otoños, por estas fechas me entran unas ganas irremediables de escuchar a Sabina. Lo melancólico de la estación o la resaca del verano, nunca he sabido discernir cuál es el origen del impulso. Pero existe.

Grata fue la sorpresa cuando este otoño arrancó con la entrevista de Risto a Sabina. Del primero me gusta esa irreverencia medida (nada queda al azar, aunque lo parezca), del segundo, el verso.
Podría decir que la entrevista fue suave, lo reconocieron ambos al final; la admiración se comió a lo “puñetero”, que suele ser el conversador de gafas (la única crítica comenzó con un piropo a 19 días) y esto me hizo detectar un punto en común entre ambos: las mujeres.

A Risto le leo, a Sabina le escucho y ambos me hacen pensar (es difícil que hoy en día un personaje público me despierte esta agradable y cansada sensación). Principalmente, cuando hablan de mujeres. Seguramente piensen: ¿Risto hablando de mujeres? Así es. Son pequeñas pinceladas ocultas en temas de otra índole, pero con un marcado sentido de tragicomedia. Por poner un ejemplo, léanse su artículo Credenciales En el Periódico de Catalunya, o el artículo Urgencias, donde escribía:

“Pero la mujer o el hombre de tu vida será sólo aquél o aquélla a quien le digas un día «llévame al hospital». Todo lo demás, se puede pagar. Visto así, igual deberíamos casarnos todos con putas o con taxistas. O igual es que todos somos un poco putas y un poco taxistas, también.”  

Hay un punto de la entrevista, donde Sabina habla de su enfermedad, que bien se podría resumir en el párrafo anterior.

En el Chester a Sabina, ¿Risto se entrevistaba a sí mismo?

Por último, quiero destacar que me encandila el aura (¿será real?) de golfos, con gran experiencia en conseguir mujeres y el arte de perderlas a la misma velocidad, burlones, melancólico uno y misterioso el otro. No tengo el placer de conocerlos en persona, pero voy a atreverme a decir que si a Risto se le diera bien el verso (no lo descartemos de partida), sus letras irían muy en consonancia a las de Sabina o Urquijo.

Si los tres (y aquí me incluyo) fuéramos mujeres, sin duda, tendríamos la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta.



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