Léanse las líneas a
continuación no con la voz angelical de nuestra querida Lulú, sino con la voz
grave y profunda del caballero que hoy les habla.
He querido ocupar este
espacio con el fin de poder así aclarar ciertos temas, al parecer desconocidos
por la raza humana, y con la finalidad de que queden lo suficientemente claros
a partir de ahora.
Pero no estoy
enfadado; discúlpenme si lo parezco por la brusquedad de mis oraciones. Se
trata únicamente de mi forma de expresión. Mi menor intención es la ofender a
nadie.
Comenzaré
hablandoles de mí. Les hago llegar estos pensamientos desde el rinconcito
favorito de mi habitación, ahí donde un tímido rayo de sol vespertino acaricia
directamente mi piel. Es una sensación placentera y, aunque no lo parezca,
estoy tranquilo y me encanta estar así. Bueno, les iba a hablar de mí... Tengo
un carácter sosegado, paso el tiempo haciendo prácticamente nada, me tumbo,
como ahora, y veo pasar las horas una detrás de otra. A veces observo a la
gente desde la ventana, viéndoles ir y venir, siempre con una tarea en mente
que desempeñar. Simplemente les miro, pero no me provocan ninguna sensación en
particular.
Posiblemente les
estaré haciendo llegar una imagen de alguien distante y despreocupado, pero no
es así. Cuando algo me interesa de verdad, vuelco todos mis sentidos en ello.
De hecho, soy curioso hasta la exageración.
Sencillamente, la pereza va con mi forma de ser.
Pongamos unos ejemplos
concretos. Si me empiezan a contar su vida y a prestarme más atención de la que
necesito, les ignoro. Las pautas las marco yo, y cuando requiero atenciones, es
evidente. Esto quiere decir que si les necesito, les iré a buscar; sobre todo
si quiero ingerir alimentos o bebida.
Otro ejemplo. Los
humanos precisan estar siempre entretenidos con algo, y no sé por qué razón a
veces me quieren incluir a mí en esos juegos absurdos. Como ir detrás de una
pelotita, o tirar de un hilito lanudo. Con grandes esfuerzos, y siempre que
casualmente me apetezca, seguiré su tontería durante un tiempo, pero sin
pasarse. Que tonto no soy. De hecho, soy muy inteligente y sé usar mis armas a
la perfección cuando pretendo sacar beneficio propio. Si no, ni me molesto.
Me gusta mucho
dormir. Me fascina dormir. Puedo dormir infinitas horas y sin estar enfermo. De
verdad. Ni estoy deprimido ni agotado. Solamente quiero dormir y, a ser
posible, siempre en el mismo sitio. No tiene por qué ser un lugar habilitado
para ello, por mucho que se empeñen. De hecho, las camitas son una basura. No
hay nada como echarse una buena siesta en un confortable sofá o sobre la ropa recién lavada.
Otra cosa, y en esto
creo que más de uno coincidirá conmigo, es que odio las visitas a rabiar. Por
si no ha quedado claro hasta ahora, mi casa es mía y sólo mía. Cualquiera que
venga a molestar, me sobra. Y cualquiera que viene, lo hace para molestar. Si
me oculto para evitar estas presencias, es única y exclusivamente por eso, para
evitarlas. Por lo que ya pueden llamarme, que no pienso salir. Toménme por
arisco. Es que me da olímpicamente igual. Deseo que abandonen mi hogar lo antes
posible y solamente escaparé de mi escondrijo si la estancia del visitante se
prolonga en demasía, poniendo en evidencia todas las dotes descorteses de las
que soy capaz. Haré que su visita se torne tan desagradable que huyan
despavoridos. Si puede ser acompañados de alguna marca de mi recuerdo, mejor
aún. Así tardarán más en volver. O no volverán jamás. Yo comparto mi hogar con
quien me ha elegido para ello, y a quien adoro. Lo demás es un excedente.
Otra de mis
cualidades es la higiene. Ante todo hay que estar aseado. Cuando no duermo, me
lavo. Cada una de las partes de mi cuerpo y con absoluta precisión y dedicación
sin dejar nada al azar. Es una labor concienzuda y por la que me concentro en
totalidad, haciendo caso omiso a todo lo que suceda mientras tanto a mi
alrededor. ¿Maniático? ¿Por querer estar limpio? Desengáñense y aplíquense el
cuento, señores. El cuerpo ha de estar reluciente y las zonas de la casa
dedicadas a ello también. Me refiero al cuarto de baño. Cuando uno sale de él,
lo ha de dejar de la misma manera que le gustaría encontrarlo y, a ser posible,
sin rasgos evidente de su paso aunque sea echando kilos de tierra sobre sus
restos. Por favor, que no cuesta nada... Visualmente es asqueroso y se trata de
un minuto cubrirlo como si nada desagradable hubiera pasado allí.
Muchos de ustedes,
humanos, van a necesitar una imagen con la que casar las cualidades descritas
en estas anteriores líneas. De ahí su otra vulgar obsesión por hacer
fotografías. ¡Por Dios, que manía tan tediosa! Si me acabo de despertar y me
cogen desprevenido, quizá aparezca en alguna de ellas; pero vamos a ver, esto
tiene que terminar de una vez...
En fin, les decía
que si lo que quieren es saber cómo soy fisicamente, a grandes rasgos les
podría contar que mi cabello es rojizo
en general, aunque en algunas partes de mi cuerpo predomina un blanco
deslumbrante, y mis ojos son grandes y amarillos.
Con esto espero que
hayan quedado satisfechos. Yo voy a echarme un ratito....
Buenas tardes.
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