lunes, 24 de marzo de 2014

Memorias

Léanse las líneas a continuación no con la voz angelical de nuestra querida Lulú, sino con la voz grave y profunda del caballero que hoy les habla.
He querido ocupar este espacio con el fin de poder así aclarar ciertos temas, al parecer desconocidos por la raza humana, y con la finalidad de que queden lo suficientemente claros a partir de ahora.
Pero no estoy enfadado; discúlpenme si lo parezco por la brusquedad de mis oraciones. Se trata únicamente de mi forma de expresión. Mi menor intención es la ofender a nadie.
Comenzaré hablandoles de mí. Les hago llegar estos pensamientos desde el rinconcito favorito de mi habitación, ahí donde un tímido rayo de sol vespertino acaricia directamente mi piel. Es una sensación placentera y, aunque no lo parezca, estoy tranquilo y me encanta estar así. Bueno, les iba a hablar de mí... Tengo un carácter sosegado, paso el tiempo haciendo prácticamente nada, me tumbo, como ahora, y veo pasar las horas una detrás de otra. A veces observo a la gente desde la ventana, viéndoles ir y venir, siempre con una tarea en mente que desempeñar. Simplemente les miro, pero no me provocan ninguna sensación en particular.
Posiblemente les estaré haciendo llegar una imagen de alguien distante y despreocupado, pero no es así. Cuando algo me interesa de verdad, vuelco todos mis sentidos en ello. De hecho, soy curioso hasta la exageración.  Sencillamente, la pereza va con mi forma de ser.
Pongamos unos ejemplos concretos. Si me empiezan a contar su vida y a prestarme más atención de la que necesito, les ignoro. Las pautas las marco yo, y cuando requiero atenciones, es evidente. Esto quiere decir que si les necesito, les iré a buscar; sobre todo si quiero ingerir alimentos o bebida.
Otro ejemplo. Los humanos precisan estar siempre entretenidos con algo, y no sé por qué razón a veces me quieren incluir a mí en esos juegos absurdos. Como ir detrás de una pelotita, o tirar de un hilito lanudo. Con grandes esfuerzos, y siempre que casualmente me apetezca, seguiré su tontería durante un tiempo, pero sin pasarse. Que tonto no soy. De hecho, soy muy inteligente y sé usar mis armas a la perfección cuando pretendo sacar beneficio propio. Si no, ni me molesto.
Me gusta mucho dormir. Me fascina dormir. Puedo dormir infinitas horas y sin estar enfermo. De verdad. Ni estoy deprimido ni agotado. Solamente quiero dormir y, a ser posible, siempre en el mismo sitio. No tiene por qué ser un lugar habilitado para ello, por mucho que se empeñen. De hecho, las camitas son una basura. No hay nada como echarse una buena siesta en un confortable sofá o  sobre la ropa recién lavada.
Otra cosa, y en esto creo que más de uno coincidirá conmigo, es que odio las visitas a rabiar. Por si no ha quedado claro hasta ahora, mi casa es mía y sólo mía. Cualquiera que venga a molestar, me sobra. Y cualquiera que viene, lo hace para molestar. Si me oculto para evitar estas presencias, es única y exclusivamente por eso, para evitarlas. Por lo que ya pueden llamarme, que no pienso salir. Toménme por arisco. Es que me da olímpicamente igual. Deseo que abandonen mi hogar lo antes posible y solamente escaparé de mi escondrijo si la estancia del visitante se prolonga en demasía, poniendo en evidencia todas las dotes descorteses de las que soy capaz. Haré que su visita se torne tan desagradable que huyan despavoridos. Si puede ser acompañados de alguna marca de mi recuerdo, mejor aún. Así tardarán más en volver. O no volverán jamás. Yo comparto mi hogar con quien me ha elegido para ello, y a quien adoro. Lo demás es un excedente.
Otra de mis cualidades es la higiene. Ante todo hay que estar aseado. Cuando no duermo, me lavo. Cada una de las partes de mi cuerpo y con absoluta precisión y dedicación sin dejar nada al azar. Es una labor concienzuda y por la que me concentro en totalidad, haciendo caso omiso a todo lo que suceda mientras tanto a mi alrededor. ¿Maniático? ¿Por querer estar limpio? Desengáñense y aplíquense el cuento, señores. El cuerpo ha de estar reluciente y las zonas de la casa dedicadas a ello también. Me refiero al cuarto de baño. Cuando uno sale de él, lo ha de dejar de la misma manera que le gustaría encontrarlo y, a ser posible, sin rasgos evidente de su paso aunque sea echando kilos de tierra sobre sus restos. Por favor, que no cuesta nada... Visualmente es asqueroso y se trata de un minuto cubrirlo como si nada desagradable hubiera pasado allí.
Muchos de ustedes, humanos, van a necesitar una imagen con la que casar las cualidades descritas en estas anteriores líneas. De ahí su otra vulgar obsesión por hacer fotografías. ¡Por Dios, que manía tan tediosa! Si me acabo de despertar y me cogen desprevenido, quizá aparezca en alguna de ellas; pero vamos a ver, esto tiene que terminar de una vez...
En fin, les decía que si lo que quieren es saber cómo soy fisicamente, a grandes rasgos les podría  contar que mi cabello es rojizo en general, aunque en algunas partes de mi cuerpo predomina un blanco deslumbrante, y mis ojos son grandes y amarillos.
Con esto espero que hayan quedado satisfechos. Yo voy a echarme un ratito....
 
Buenas tardes.

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