domingo, 22 de junio de 2014

En un impulso vital

Esta nit he eixit al carrer
i he vist com em miraves,
com demanant-me perdó
per les voreres i les cases.

I és que està trencant-me el cor
vore com t'humilien a poc a poc.
València, eres una puta.

Senior i el Cor Brutal - València, eres una puta

Estimado Castellote,

Stephen King dejó escrito: "es más fácil beberse el mar con una cuchara que discutir con un enamorado". Tengo asumido desde hace días que ahondar en los terrenos que nos han mantenido entretenidos al inicio de esta serie era misión imposible, de modo que esta mañana, en un impulso vital, fui a la playa de Las Arenas, a empezar a beberme el Mediterráneo a cucharadas.


Tal vez he querido de alguna manera cerrar el círculo iniciado ayer por la tarde. Bebíamos copas mal servidas en los maravillosos páramos de ocio que nuestros gobernantes electos nos han legado en el entorno del Veles e Vents, al menos hasta la llegada del próximo meteorito que lo destruya todo. Valencia se desmorona, Castellote. Valencia es una ciudad grotesca en verano. Vasos al suelo por la torpeza de la camarera, camisas de cuadros de manga corta, cuerpos moldeados en el Olympia durante el invierno, rodaja de limón en el gintonic, murmullo constante en el que se maneja un vocabulario de no más de 100 palabras, la coronación de Felipe VI en la pantalla, el Happy de Pharrell Williams en su loop infinito de 8 segundos, Rihanna, aspiraciones de farándula que provocarían carcajadas a los más crápulas, artificiosidad, pretenciosidad y lenta muerte. Nos vamos al carajo. Sólo se salvaba esa chica que me provocó unas ganas tremendas de escribir sobre Formentera, yo que nunca he estado en Formentera.

En la Valencia estival es imposible ganar. Simplemente, se pierde lentamente. Como aquel personaje de Los diarios del ron de Hunter S. Thompson, creo que si toda la gente que sale por esta clase de sitios pudiera aparecer de golpe ante el trono del Altísimo, si todos se pusieran de pie y recitaran sus patéticas historias y sus rarezas y sus crímenes y sus desviaciones, el mismísimo Dios, no me cabe duda, sufriría un desmayo o se tiraría de los pelos. Contraste esta clase de fingida diversión con esta otra en la que un chaval británico se corta de cuajo el meñique en una rave petada de gente, ante lo cual toma la más que razonable decisión de quitarse la camiseta, envolverse la mano con ella y seguir bailando. Al fin y al cabo, el tío había pagado 10 pavos por la entrada. No son días de especular.

Es la tensión entre estos dos mundos (una irrealidad de silicona y press banca, por una parte, y un sentido de irracionalidad desentendida, por otra) lo que me mantiene a salvo de una inminente perdición. Eso y la Copa del Mundo; en estos momentos está jugandose el Bélgica-Rusia, y yo con estos pelos.

Mañana es la noche de San Juan; no iré a bañarme al Mediterráneo como la chica angelical de aquel bar, pero a cambio, ya que está usted en ese estado, le dejo esta canción. 


Ya le cambio yo la etiqueta de su anterior carta, que es usted un dejado.

Sea feliz, o no.

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